La niña del triciclo rojo

Por Aimée Padilla

Mi abuelo Andrés me regaló un precioso triciclo rojo cuando era pequeña. Cuando subía en él sentía una inmensa felicidad, no solo por la caricia del viento al correr de sus ruedas, me encantaba el diseño de mi triciclo Apache. Era fuerte y resistente para el trajín de una niña inquieta que le encantaba subirse en él.

Como nuestra casa era pequeña lo dejaba en el patio… y qué creen, un día el triciclo desapareció. Sentí mucho la pérdida de mi querido compañero de juegos, y en ocasiones lo recuerdo con nostalgia como en este momento.

Sin embargo aunque no me hubieran robado el triciclo, la vida seguiría su curso y mi cuerpo crecería inevitablemente, así que tendría que haberlo regalado. No podría seguir aferrada a algo que ya no me era útil.

La vida continuó y crecí, estudié, trabajé y hasta me salí de una secta, pero la curiosidad que siempre me caracterizó seguía latente en mí. Nada me daba la felicidad que me dio aquel humilde triciclo rojo.

En él pude ver cómo un colibrí batía sus pequeñas alas mientras se posaba sobre una flor, también montada en su asiento pude ver cómo una colonia de hormigas se mudaba de hormiguero llevando a la hormiga Reina que era más grande que las demás. ¡Oh! Y cuando me picó una abeja y entré llorando con mi mamá para que me curara. Mi triciclo Apache fue testigo de todas esas cosas asombrosas desde la perspectiva de una niña

Nada de lo que aprendí en la escuela me dio satisfacción; mucho menos lo que me enseñaron en el salón del reino. Esa etapa de mi niñez fue maravillosa y la recuerdo con mucho cariño, nunca me sentí más feliz como en aquella época. Sin embargo al decir todo esto, no significa que desee volver en el tiempo… no, fue una etapa muy linda de mi vida y viví una experiencia maravillosa, pero queda en el pasado con la aceptación y sabiduría que me dió.

Hace un año y medio escribí una entrada sobre dar vuelta a la página, por aquellas fechas aún estaba al pendiente de lo que fue mi anterior religión, pero empecé a reflexionar y pensé: ¿por qué sigo pendiente del pasado si me incomoda?, y así como en el caso del triciclo que me quedaría pequeño, entendí que debía evolucionar, seguir adelante con mi búsqueda personal, leyendo, estudiando, viajando y dedicarme ahora a mí.

Llevo un Bullet Journal y cuando tengo que ir llenando la sección de mood tracker, me doy cuenta que todo el mes he sido feliz. Comparé otros diarios y el que he llevado en este año con satisfacción me dí cuenta que predomina la felicidad.

Esto no significa que lleve una vida utópica ¡para nada! Tengo una enfermedad en los huesos que me ha traído dolor y he aprendido a sobrellevarla, así como otra serie de problemas familiares a los que he tenido que darles solución, pero a pesar de todo ello, puedo decir que soy feliz porque estoy viviendo para mí y las decisiones que tomo son responsabilidad solo mía.

Estoy aprendiendo otra vez matemáticas, y digo «aprendiendo» porque tengo el deseo y la voluntad de hacerlo, he retomado el hábito de la lectura porque la vida rápida fue absorbiendo mi atención y descuidé mi mundo maravilloso de las letras, he vuelto a platicar con antiguas amistades y estoy descubriendo que esa niña curiosa del triciclo rojo sigue viva en mí.

Entendí que aunque salí de una secta, estaba atrapada en otra secta aún mayor que me absorbía el tiempo; una secta que me marcaba el paso y me decía que debía vestir, que debía comer, qué noticias debía creer y con qué personas debía hablar.

La vida es corta y muy rápida, apenas ha amanecido cuando nuevamente se pone el sol y en las noches que me pongo al día con mis notas en el regazo, me doy cuenta que no pude alcanzar todo lo que tenía planeado hacer para mí.

¿Por qué desperdiciar más el tiempo que me queda en una búsqueda que no me llevará a ningún sitio? ¿Quién soy yo para orientar a otros? Solo soy un espíritu libre que desea volar sin ningún tipo de ataduras mentales ni emocionales.

Resumiendo: Disfrutar la vida, esa es la misión que tiene todo ser humano, nada nos llevaremos, así que busquemos en nuestro interior ese momento en donde fuimos más felices, y utilicemos esa fuerza para sentir la brisa fresca de la libertad.

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