Por Aimée Padilla
En el vasto lienzo del cosmos, cada uno de nosotros es una estrella que ilumina su propio trayecto. Mi historia se ha tejido con hilos de tenacidad, desafiando las expectativas que se alzaron en mi camino desde temprana edad.
La bicicleta se convirtió en el primer desafío, una prueba lanzada por el viento que susurraba dudas. Pero con risas y determinación, conquisté el equilibrio en un día, demostrando que los límites eran solo sombras en mi camino.
Luego vino el desafío de las carreteras y el volante. «No aprenderás a conducir», predijeron. Sin embargo entre marchas y giros, tomé las riendas de mi destino, demostrando que la tenacidad puede conquistar cualquier carretera.
Desde niña mi mente se perdió en el misterio del espacio. Las estrellas se convirtieron en mis confidentes, y la curiosidad sobre lo extraterrestre se arraigó profundamente en mi ser. Aunque algunos consideren mi fascinación como locura, para mí es la manifestación de mi conexión con el vasto universo.
Entre las páginas de la escritura, encontré mi voz. Las palabras se convirtieron en puentes que conectaban mi imaginación con la realidad. Escribir se volvió mi manera de expresar la complejidad de mis sueños y creencias, y a través de las letras, construí constelaciones de significado.
La amabilidad se convirtió en mi brújula, evitando los conflictos y cultivando relaciones serenas. Creo firmemente que esta virtud es como un imán que atrae a otros, construyendo una constelación de conexiones auténticas.
En mi biografía, el título resuena con mi esencia. Es un testimonio de que, a pesar de los retos y las expectativas, cada uno de nosotros tiene la capacidad de brillar con luz propia y crear su propia constelación única en el vasto universo de la vida.

