Mis torpes aventuras domésticas

Sugerencia de escritura del día
Describe el proyecto de bricolaje más ambicioso que has llevado a cabo nunca.

Por Aimée Padilla

Cuando se trata de bricolaje, soy como un torbellino de caos y desastres. No tengo la habilidad mágica de esas personas que pueden transformar un mueble desgastado en una obra de arte o arreglar una fuga con una facilidad que me parece fuera de este mundo. Para mí, el bricolaje es un territorio desconocido lleno de pinturas derramadas, tornillos perdidos y un rastro de desorden que sigue mis pasos.

La verdad sea dicha, mis intentos de mejorar mi hogar se parecen más a una comedia de errores que a un proyecto de bricolaje. Cada vez que tomo un pincel, la pintura parece adquirir vida propia, saltando y salpicando en direcciones que ni siquiera sabía que existían. No es raro que me encuentre con más pintura en mí misma que en la pared. Mis esfuerzos por reparar una lámpara terminan dejándola en pedazos en lugar de iluminar mi espacio.

Sin embargo, en medio de este caos, hay una hazaña que puedo presumir con orgullo. Hace unos dos meses, mi boiler decidió tomar unas vacaciones no autorizadas, y en lugar de llamar al fontanero de confianza, decidí embarcarme en la aventura del bricolaje por mí misma. ¿Qué podía salir mal?

Bueno, casi todo. Armada con un destornillador y la valentía de un aventurero novato, me sumergí en el mundo de las tuberías y los calentadores de agua. Gracias a YouTube, mi fiel maestro virtual, aprendí a desmontar, diagnosticar y finalmente solucionar el problema., el cual era que se había aflojado un tornillo de la perilla de encendido. Pero la odisea no estuvo exenta de momentos dramáticos.

Imaginen una versión casera de una película de acción, donde cada clic del destornillador se sentía como un latido acelerado. Recuerdo haber temido que mi valiente intento de reparación terminara en una explosión dramática de agua caliente y piezas de metal volando por todas partes, y eso en el menor de los casos… me visualizaba en la sala de emergencias por haber ocasionado una explosión en toda la cuadra. Afortunadamente, ese escenario apocalíptico nunca ocurrió.

Mi orgullo radica no solo en haber solucionado el problema, sino en enfrentar mis miedos y superar mi aversión al bricolaje. La próxima vez que vea a alguien transformando su cocina en una obra maestra de la carpintería, aplaudiré con admiración. Porque aunque mi camino en el bricolaje sea más parecido a una comedia que a un manual de instrucciones, al menos puedo decir que sobreviví a la odisea del boiler y salí victoriosa del caos. ¡Viva el bricolaje, aunque sea a mi manera!

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