El encuentro

Cuéntanos algo que la mayoría de la gente no entiende.

Por Aimée Padilla

En el rincón de los sueños, donde las estrellas se entrelazan, allí, en el silencio cómplice de la noche, te encontré.

Eras un verso perdido en mi poesía inacabada, un acorde perfecto en mi melodía desafinada.

Tus ojos, dos luceros que iluminan mi camino, reflejan la confianza de quien ha vencido sus miedos.

Tus manos, firmes y cálidas, sostienen mis secretos, como si fueran tesoros guardados en un cofre antiguo.

No intentas moldearme ni recortar mis aristas, sino que celebras mis giros, mis excentricidades.

Eres el lienzo en blanco que acepta mis pinceles, donde pinto mis sueños y mis más profundos anhelos.

En tus brazos, encuentro refugio y libertad, como si el mundo se detuviera en un abrazo.

Tus risas son notas musicales que danzan en el aire, y tus palabras, versos que se graban en mi corazón.

Eres el hombre seguro de sí mismo que desafía tormentas, que no teme al naufragio en el océano de los sentimientos.

Y yo, la mujer que te encontró en la encrucijada del destino, agradecida por cada cicatriz que nos llevó hasta aquí.

Así, en este capítulo de nuestra historia compartida, te nombro mi confidente, mi cómplice, mi amor.

En el libro de los encuentros, tú eres mi página favorita, y en el poema de los corazones, eres mi verso eterno.

Que nuestras locuras sigan danzando al ritmo del viento, que nuestras creencias se entrelacen como hilos de seda.

Porque en ti, encontré mi refugio y mi hogar, y en nosotros, el amor que no necesita cambiar.

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