Helado de pistache

Por Aimée Padilla

Hacerle frente a los retos de escritura ha sido todo un desafío. Cada tema abordado, tan personal y único, me lleva en un viaje de introspección. Sin embargo, entre tantos desafíos, hay uno que destaca por su simplicidad y su poder evocador: el helado de pistache.

Cuando se trata de sabores, pocos tienen la capacidad de transportarnos en el tiempo como el pistache. Para mí, este sabor no es solo una mezcla cremosa y deliciosa, sino un vínculo directo con mis recuerdos de infancia y los momentos especiales compartidos con mi familia.

Recuerdo vívidamente los días calurosos de verano cuando mi papá me llevaba a visitar a mi abuelita. En el camino de regreso a casa, siempre hacíamos una parada en «La Metralla», una pequeña tienda de helados que se convirtió en un refugio de felicidad para mí. Entre una amplia variedad de opciones, siempre me inclinaba por el helado de pistache.

La elección de este sabor no fue coincidencia. Mi papá, al igual que yo, tenía un aprecio especial por el pistache. Sus tonos verdes y su sabor distintivo nos conquistaron desde el primer bocado. Mientras saboreábamos nuestro helado, compartíamos risas y conversaciones, creando recuerdos que perdurarían mucho después de que el último pistache fuera devorado.

Ahora como adulta, el helado de pistache sigue siendo mi elección favorita. Aunque he explorado otros sabores, siempre vuelvo a él con una sensación de nostalgia y confort. El verde vibrante del helado y la generosa capa de pistaches se han convertido en un bálsamo para el alma, recordándome tiempos más simples y la alegría de la infancia.

En un mundo tan acelerado y cambiante, es importante encontrar momentos de calma y conexión. El helado de pistache, con su sabor familiar y reconfortante, me ofrece precisamente eso. Cada cucharada es un recordatorio de la importancia de valorar los pequeños placeres de la vida y de mantener vivos los recuerdos que nos han moldeado.

En última instancia, el helado de pistache no es solo un postre; es un portal a mi pasado, una celebración de la familia y una pausa bienvenida en la vorágine de la vida moderna. Así que la próxima vez que me encuentre frente a un cono de helado de pistache, lo saborearé con gratitud y aprecio, recordando los momentos felices que han dado forma a quien soy hoy.

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