Por Aimée Padilla
Vivir en la costa tiene su encanto, y Veracruz no es la excepción. Para muchos, la idea de vivir cerca del mar es un sueño hecho realidad, y no es difícil entender por qué. Veracruz es un lugar hermoso, conocido por sus playas paradisíacas y su atractivo turístico. Sin embargo, lo que realmente me enamora de este lugar va más allá de sus paisajes naturales.
Veracruz es famoso por sus playas, que son verdaderos paraísos en el Golfo de México. Desde la tranquila Playa de Tecolutla hasta la vibrante Costa Esmeralda, cada rincón costero ofrece una experiencia única. Las aguas cristalinas y el suave oleaje invitan a relajarse y disfrutar del sol. Además, el Estado cuenta con uno de los sistemas de arrecifes más importantes de México, lo que lo convierte en un destino ideal para los amantes del buceo y el snorkel.
Pero lo que realmente distingue a Veracruz es su gente. Aquí, la franqueza y la calidez humana son la norma. Los veracruzanos son, en su mayoría, personas de buen corazón, siempre dispuestas a ayudar a los demás. Esta disposición a tender una mano amiga es una de las características que más valoro de vivir aquí.
Una de las viejas costumbres que aún se conserva en Veracruz es la de dar los buenos días a los desconocidos. Es común caminar por las calles y recibir un saludo amable de alguien que nunca has visto antes. Este pequeño gesto de cortesía crea un ambiente de comunidad y cercanía que es difícil de encontrar en otros lugares. Además, las conversaciones con extraños suelen estar llenas de palabras amables y sonrisas sinceras, lo que hace que cada interacción sea una experiencia agradable y enriquecedora.
Y, por supuesto, no puedo dejar de mencionar el Gran Café de la Parroquia. Este icónico lugar, fundado en 1808, es un símbolo de la ciudad y una parada obligatoria para cualquier visitante. Con su famoso café lechero y el tintineo de las cucharas en los vasos de cristal, La Parroquia ofrece una experiencia única que combina tradición y sabor. Aquí, tanto locales como turistas se reúnen para disfrutar de una taza de café y compartir historias, creando un ambiente acogedor y lleno de vida. Ir a Veracruz y no pasar por el Gran Café de la Parroquia es como no haber visitado la ciudad en absoluto.
En resumen, aunque las playas y el atractivo turístico de Veracruz son innegables, lo que más me gusta de vivir aquí es la gente. La franqueza, la calidez y la disposición para ayudar a los demás, hacen de este lugar un verdadero hogar. Vivir en Veracruz es una experiencia que va más allá de lo superficial; es una oportunidad para conectar con personas auténticas y disfrutar de una comunidad que valora las pequeñas cortesías de la vida diaria.
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Aimée Padilla 