Por Aimée Padilla
A menudo nos preguntamos qué podríamos cambiar en el mundo. Fantaseamos con erradicar la injusticia, terminar con el sufrimiento o transformar la sociedad en un lugar mejor. Sin embargo, a medida que enfrentamos la realidad, nos damos cuenta de que cambiar el mundo entero es una tarea monumental, quizás incluso una ilusión.
Lo que sí está al alcance de nuestras manos es cambiar nuestra manera de ver y enfrentar el mundo. Es en nuestro interior donde reside el verdadero poder del cambio. Podemos elegir cómo reaccionar ante los desafíos, cómo interpretar las situaciones que se presentan en nuestro camino, y cómo encontrar paz incluso en medio del caos.
Enfrentar los problemas con una perspectiva renovada nos abre puertas, ya que nos brinda oportunidades para aprender y crecer. Nos permite ver salidas donde antes solo veíamos muros. Incluso la muerte, ese misterio inevitable que tanto tememos, puede ser comprendida como una etapa más en el viaje del ser humano. Es parte del aprendizaje y de la experiencia de estar vivos.
A través de actos de bondad, ya sea en obras de caridad o en pequeños gestos cotidianos, contribuimos a un cambio positivo en las demás personas. Pero el cambio más poderoso ocurre cuando ajustamos nuestra visión interna. Cuando elegimos aprender de cada experiencia, y buscamos la felicidad a pesar de las adversidades, estamos transformando nuestra realidad.
Este cambio interno no solo nos beneficia a nosotros, sino que tiene un efecto dominó, tocando a quienes nos rodean. Al irradiar paz y alegría, inspiramos a otros a hacer lo mismo. La búsqueda de la felicidad no es solo un derecho, sino una parte integral de la naturaleza humana.
Así que la próxima vez que te preguntes qué podrías cambiar, recuerda que el mundo comienza contigo. Cambiar tu perspectiva, aceptar la vida en todas sus etapas, y encontrar la felicidad en el presente es el cambio más significativo que puedes lograr.

