Por Aimée Padilla
La idea de vivir una vida larga ha fascinado a la humanidad a lo largo de los siglos. Muchas culturas y religiones han plasmado esta aspiración en sus creencias y prácticas, y los Testigos de Jehová no son la excepción. Durante mi tiempo en esta comunidad, la perspectiva de un futuro perfecto y eterno era una constante en mi vida. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta visión comenzó a parecerse a una mariposa esquiva, siempre fuera de alcance.
En esta búsqueda incesante, muchos de nosotros descuidábamos aspectos esenciales de nuestra vida presente. La idea de una vida eterna a la vuelta de la esquina nos llevaba a postergar la atención a nuestra salud, la estabilidad laboral y, en general, nuestro bienestar actual. Estábamos convencidos de que, en cualquier momento, la vida en este mundo terminaría, y solo nosotros sobreviviríamos para siempre.
Pero, al mirar hacia atrás, me doy cuenta de que esta perspectiva no es sostenible. La vida que tenemos es ahora, y es imperativo vivirla de la mejor manera posible. He llegado a comprender la importancia de una alimentación saludable, el ejercicio regular y el descanso adecuado. Estos hábitos no solo mejoran nuestra calidad de vida en el presente, sino que también nos preparan para una vejez digna y autónoma.
Aspirar a una vida larga y confortable no es un sueño inalcanzable, pero requiere un enfoque consciente y continuo en nuestra salud y bienestar. Entendí que no debía permitir que la promesa de un futuro perfecto me privara de disfrutar y cuidar mi presente. La vida, tal como es, merece ser vivida plenamente, con todas sus alegrías y desafíos.
Debemos recordar que el verdadero logro radica en apreciar y cuidar cada momento de la vida que nos corresponde vivir. La búsqueda de una vida larga y plena no debería llevarnos a descuidar el presente, sino a vivirlo con mayor intensidad y propósito.


