Por Aimée Padilla
En el corazón de mi gusto por el café se esconde un legado familiar que ha perdurado a lo largo de generaciones. Cada taza que disfruto hoy lleva consigo los aromas y recuerdos que se remontan a la época en que mi abuela preparaba café de olla en el rancho.
Recuerdo vívidamente esos días en que la familia se reunía en el rancho de mis abuelos. El aire fresco del campo se llenaba con el inconfundible aroma del café, que se cocía en una olla de barro sobre una fogata alimentada con leña. El sonido del café burbujeando y el crepitar de las llamas se mezclaban con las risas y charlas familiares.
Mi abuela, con manos expertas, añadía a la olla no solo granos de café de la mejor calidad, sino también ingredientes secretos que solo ella conocía. El resultado era una bebida que no solo satisfacía el paladar, sino que también alimentaba el alma. Nos servía el café en pequeños jarritos, un toque especial que hacía que cada sorbo fuera una experiencia única.
Este ritual del café de olla no solo era una delicia para nuestros sentidos, sino también una tradición transmitida de generación en generación. Mi papá, al igual que yo ahora, encontraba consuelo y placer en el sabor único de esta bebida ancestral. Así, el gusto por el café se convirtió en una herencia que llevamos con orgullo mi hermano y yo.
Con el tiempo, el café de olla se ha transformado en una conexión tangible con mis raíces familiares. Es más que una simple bebida; es un recordatorio de las risas compartidas alrededor de la fogata y de los lazos que perduran más allá del tiempo y el espacio. La tradición sigue viva en mi familia, y cada vez que preparo una taza de café negro, siento que continúo el legado que comenzaron mis abuelos.
Hoy en día, el café negro es mi elección preferida, y cada sorbo es una reverencia a la historia que se encuentra en cada grano de café. Aunque mi vida ha tomado rumbos diferentes, el café de olla sigue siendo un hilo que une mi presente con las raíces que me han dado forma.
El café de olla no solo es una bebida para mí; es un puente entre generaciones, una conexión con mi historia familiar. Cada vez que disfruto de esta deliciosa bebida, celebro el legado que llevo conmigo y agradezco por las raíces que me han dado un gusto tan exquisito por el café.


Yo del café tengo un recuerdo de la abuela de mi marido hacerlo con una cosa que parecía un calcetín, y sus tostadas
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Que bonito recuerdo. Ese tipo de café se consume menos que el soluble porque conlleva mas trabajo su elaboración, pero sabe mas rico. Gracias por comentar, te mando un abrazo.
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Dan ganas de probarlo, tiene que ser todo un ritual su preparación.
Solemnes sueños.
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De hecho sí, en el fogón de leña sabe delicioso. Pero ahora lo hago con cafetera. Así le decimos en Veracruz a ése tipo de café, para distinguirlo del soluble. Gracias por pasar a comentar. Un abrazo en la distancia.
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Aquí en Canarias se dice igual, y mucha tradición que hay. Bastante café que pasó por estas costas destino Europa.
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