Una plumita en la palma de mi mano

Por Aimée Padilla

En esta ocasión decidí no seguir la propuesta de escritura del día, para contarles algo que me sucedió el pasado domingo. Es una cosa sencillita y pudiera parecer sin demasiada importancia, pero que me dio la idea para compartirlo con todos ustedes.

Llevé mi auto a lavar y mientras me sentaba a esperar que terminaran de lavarlo, me puse a observar a las demás personas. Presencié un desfile de cabezas inclinadas, con sus miradas fijas en las pantallas de sus teléfonos celulares, totalmente ajenos a lo que pasaba a su alrededor, como si el mundo real estuviera en un segundo plano.

Mientras la multitud se sumergía en sus propios mundos digitales, decidí resistir la corriente y traté de conectarme con lo que sucedía a mi alrededor. Observé que estaba nublado, que empezaba a hacer calor y que algunas personas caminaban al otro lado de la calle, cuando de pronto, descendiendo en una danza silenciosa, una plumita de paloma rompió la monotonía del momento. Un ballet aéreo que solo yo parecía percibir, un suceso tan sutil y desapercibido que me llenó de una sensación de conexión con lo simple y lo natural.

Esta plumita, parecía tener un propósito más allá de la caída casual. Mientras todos permanecían ensimismados en sus dispositivos electrónicos, la pequeña pluma descendía en un lento y deliberado descenso. Fue en ese momento que decidí extender la mano, como un gesto instintivo de recibimiento.

El instante se volvió mágico cuando la plumita, sin titubeos, eligió mi mano como su destino, ni siquiera hice un esfuerzo para atraparla, ella cayó grácilmente en la palma de mi mano.

Un delicado y cálido toque en la palma, como si la vida misma hubiera decidido recordarme la belleza de lo simple y la importancia de detenerse a observar. En ese contacto fugaz, experimenté una conexión genuina con la naturaleza, un recordatorio de que la magia reside en los detalles que a menudo pasamos por alto.

Puede parecer trivial, una simple plumita en la palma de mi mano, pero para mí representó un oasis de atención plena en un desierto de distracción digital. En un mundo donde la tecnología nos envuelve en su abrazo, a veces olvidamos levantar la mirada y apreciar la maravilla que se despliega ante nosotros.

Así que, mientras la plumita descansaba momentáneamente en mi mano, me di cuenta de que estos pequeños instantes son tesoros fugaces que la vida nos ofrece. El ser humano ha olvidado observar, prefiriendo perderse en la jungla de los adelantos tecnológicos. Nos hemos olvidado de nuestra humanidad, convirtiéndonos en zombies digitales.

Con esta reflexión, te invito estimado lector, a alzar la mirada y prestar atención a lo que la naturaleza está pidiendo a gritos que escuchemos, cada quien en su entorno particular; y de esta forma podamos descubrir la belleza efímera que cae del cielo para recordarnos que estamos vivos.

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