El reflejo del mañana.

Por Aimée Padilla

Había una vez en un pequeño pueblo, un niño llamado Paquito, conocido por su energía inagotable y su tendencia a meterse en líos. Su madre, una mujer paciente y cariñosa, a menudo se encontraba en aprietos tratando de mantener el ritmo de las travesuras de su hijo. En la escuela, Paquito era un torbellino, siempre distraído, soñando despierto con aventuras en mundos lejanos.

Un día, mientras Paquito se lavaba los dientes, notó algo inusual en el espejo. En lugar de su reflejo de niño, vio a un hombre que le devolvía la mirada con ojos sabios y una sonrisa amable. Era él, pero muchos años en el futuro. Corrió a contarle a su madre, pero cuando regresaron, el espejo solo mostraba al Paquito de 10 años. Confundida y preocupada, su madre decidió llevarlo al médico, quien tras examinarlo, aseguró que Paquito estaba perfectamente sano, simplemente era un niño travieso.

Sin embargo, Paquito seguía viendo a su yo adulto en el espejo. Una noche, el reflejo habló, ofreciéndole mostrarle el futuro. Paquito, impulsado por la curiosidad, aceptó y se adentró en el espejo.

El mundo al otro lado era asombroso, lleno de colores vibrantes y tecnología que desafiaba la imaginación. Paquito adulto le mostró cómo su energía y creatividad lo habían llevado a convertirse en un inventor famoso, cuyas invenciones ayudaban a las personas en todo el mundo. Le enseñó que cada error y cada travesura eran pasos en el camino hacia grandes logros.

Paquito aprendió que su futuro estaba lleno de posibilidades y que su hiperactividad era en realidad una fuente de inspiración y fuerza. Con cada invención, con cada solución, había una parte de ese niño travieso que nunca dejó de soñar.

Al regresar a su realidad, Paquito se encontró con una nueva perspectiva de la vida. Comenzó a aplicar su energía de manera constructiva, prestando atención en la escuela y ayudando a su madre en casa. A medida que crecía, recordaba siempre la lección que su yo adulto le había enseñado: que cada momento de la vida es un paso hacia el reflejo del mañana.

Y así, Paquito se convirtió en un joven admirable, y eventualmente, en el hombre que una vez vio en el espejo. El cuento de Paquito es un recordatorio de que dentro de cada uno de nosotros hay un potencial ilimitado, esperando ser reflejado en las acciones de nuestro presente.

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