Un altar para nuestros seres queridos

Por Aimée Padilla

La visión de la muerte en México es sin duda, peculiar. Estas fechas se reciben con colorido y alegría, como una fiesta que honra a quienes ya partieron. Se les da la bienvenida con una mezcla de respeto y gozo, como si el recuerdo pudiera abrazarlos de nuevo.

En el mercado, los puestos se llenan de flores de cempasúchil, amarillas y púrpura, que le dan ese toque tan especial a la temporada. Las marchantas pregonan su mercancía mientras nuestros ojos recorren cada rincón. Es una celebración de olores, colores y sabores.

Créditos de imagen: xeu


Las clásicas calaveritas de azúcar llevan nombres en la frente, para que uno elija el de su ser querido. Pudimos ver puestos de pan de muerto en distintas formas, los hay de azúcar o de ajonjolí. Hay desde el tradicional anafre para incienso hasta versiones en forma de calavera, que se llenan con el inconfundible aroma del copal. No falta el papel picado de todos los colores, ni la variedad de dulces y frutas, como las mandarinas que son imprescindibles en el altar. Se ven familias enteras abasteciéndose de artículos para vestir su ofrenda. Ah, y también las telas con estampados propios de la fecha, que aportan ese aire festivo y nostálgico.

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Ese día se invierten horas caminando, buscando precios que se ajusten a la economía y al gusto. Y después de la jornada, muchos se quedan a comer en los puestos ambulantes, compartiendo el cansancio y la emoción de preparar el altar.


Todo esto lo viví recientemente, cuando salimos a comprar las cosas para decorar el altar del papá de mi esposo y el mío. Mi suegro cumplirá dos años el próximo 4 de Noviembre; y mi papá siete años el 9 de Diciembre.

Tengo que confesar que me sentí un poco nerviosa al armar este primer altar. Según la tradición, un altar puede tener hasta siete niveles, y son los más complejos y elaborados. Sin embargo, la mayoría de las personas —según estuve investigando— suelen colocar uno de tres niveles.

El primer nivel representa el cielo; el segundo, la tierra; y el tercero, el inframundo o purgatorio.

Nosotros decidimos hacer un altar sencillo, pensando únicamente en recordar a nuestros padres. Bastó una mesa decorada con las cosas que amaron en vida para sentir que, de alguna manera, los acercábamos un poquito más a casa.


Como he contado en otras entradas, mi papá fue un hombre reservado, poco dado a expresar sus sentimientos. Tuvimos pocas conversaciones profundas mientras vivió. Su carácter era así. Los recuerdos que guardo de él son, sobre todo, de su etapa como adulto mayor, cuando se abrió un poco más. Reflexionando del porqué tuvimos esa distancia en los años en que fue joven, pienso que tal vez se debió a que él trabajaba y yo estaba ocupada en las actividades escolares entonces nunca logramos construir un vínculo más cercano, o quizá simplemente así nos tocó vivirlo.

Creo que eso nos pasa a muchos: mientras nuestros seres queridos están vivos, las ocupaciones nos abruman… y luego lo lamentamos. Eso me pasó a mí. No hay día que no piense en él, que no recuerde alguna frase suya o alguna de sus manías, como tomarse su pastilla para la presión con café negro. Sí, ¡una locura! Pero así era él.


Armar el altar por primera vez me dio una sensación extraña, una especie de culpa como me sucedió cuando puse el altar de nuestras mascotas, como si algo estuviera mal al poner las ofrendas. A mi papá le encantaba la Coca-Cola y los tacos de carnitas estilo Michoacán, así que eso le puse, junto con su café negro y el reloj que siempre llevaba en la muñeca.

No sé si vendrán a visitarnos, pero ayer quise recordar a mi papá sonriendo con su inseparable Canito en la parte trasera del auto, disfrutando del viaje.


La creencia de los testigos de Jehová es que la muerte es un sueño hasta que Dios resucite a la persona, por eso consideran estas festividades como de origen pagano. Y aunque ya no profeso esa religión, me sigue costando celebrar el Día de Muertos.


¿Cómo es posible que, después de siete años, siga sintiendo esto? Es un sentimiento que me marcó. Recordar a mi papá en este día es, para mí, un acto de libertad de pensamiento.


Lo que daría por verlo otra vez, por preguntarle tantas cosas que ahora me asaltan y que en su momento no pregunté. Quisiera sentir su abrazo y que me dijera que está bien, que allá donde esté no hay dolor, y que se siente feliz.


Estos días son un recordatorio de lo hermosa que es la vida, y de lo importante que es amar a nuestros seres queridos mientras los tenemos cerca. La vida es breve, y se escapa como arena entre los dedos.

3 respuestas a «Un altar para nuestros seres queridos»

    1. Oh muchas gracias por lo que me dices. La verdad le pensé un poco al compartir algo tan personal. Es complicado para mí poder transmitir ese sentimiento de culpa-libertad. Pienso que al igual que los demás blogueros, uso esta herramienta para expresarme y sanar. Te mando un abrazo muy fuerte en la distancia.

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      1. Gracias a ti por compartir algo tan profundo y auténtico. Entiendo perfectamente lo difícil que puede ser abrirse de esa manera, pero también lo valioso que resulta hacerlo. Transmites mucho con tus palabras, y se nota la honestidad y la búsqueda de sanar detrás de lo que escribes. Me alegra que este espacio te sirva para expresarte y liberar todo eso. Te mando otro abrazo grande, con mucho cariño y admiración por tu valentía. 🤗👏✨🫂

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